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viernes, 1 de julio de 2011

Escojo ser pringada

¿Se podrá triunfar en la vida siendo buena persona?

¡Ay!, el sentimentalismo, ese gran defecto femenino, que compartimos con algunos hombres y que nos hace a la vez tan adorables…

No sé si se puede ser sentimental y competitivo al mismo tiempo. Puede ser que aún no se haya descubierto una unión ecuánime entre ambas cualidades. Si me pongo a pensarlo fríamente, llego a la conclusión de que no. Para llegar alto hay que ser un gran Hijo de puta. ¡Pero ojo!, que lo digo desde la apreciación más positiva que la expresión pueda tener, es decir, ser una gran Hijo de puta sin sentimientos tampoco es fácil. Pensémoslo por un rato. Yo podría llegar a ser una gran Hija de puta si me esforzase, pero ¿merecería la pena?, ¿podría yo vivir con el conocimiento firme de que no hay Dios quien me aguante, que todos quieran mi cabeza en una bandeja, que nadie puede decir una palabra amable de mí? No lo creo, necesito tanto el calor humano, la aprobación, el estímulo, como todos vosotros. El que está arriba no tiene quien le dé una palmadita en la espalda, un empujoncito cuando más lo necesita. Por lo tanto, y sobre todo porque ahí arriba y no tiene a nadie, sólo le queda, como estímulo, el putear al de abajo.

Nos preguntamos por qué tenemos que sobrevivir a tanta injusticia, y la respuesta está ahí. Estamos constantemente manipulados por grandes Hijos de puta, que nos mueven al antojo de sus carteras. Las Administraciones públicas: Hijas de putas, los políticos: Hijos de putas, los jefes: Hijos de putas… y nosotros, mientras tanto, como almas desangeladas, buscando la felicidad en recortes de momentos.

No, sinceramente yo no podría ser una autentica líder Hija de puta, aunque me lo propusiese a conciencia. No sobreviviría sola en la cima. Además me dan miedo las alturas, y tampoco puedo soportar la soledad. Me recompensa quedarme aquí abajo, siendo una pringada sin límite, con la compañía de mis amigos, pringados sin límite también, acometiendo, siempre juntos, las envestidas del que está arriba sólo. ¡Pobre triunfador!

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