Hoy me ha dado por pensar: si
nosotros que somos tan reivindicativos, que nos gusta tanto protestar por las
injusticias, los abusos legales, las infamias políticas que comemos a diario. Nosotros
que disfrutamos riéndonos con los
chistes juiciosos y macabros que unos cuantos cerebros prodigiosos publican y
difunden por internet, ¿qué pasaría si nuestros cuerpos abatidos ante tanta
indignación se levantaran un día y todo funcionara bien? Si consiguiéramos un
trabajo justo, si las noticias fueran positivas, si no hubiera abusos, si la
educación española fuera un éxito europeo, si las prestaciones sociales
cubrieran al cien por cien las necesidades de los ciudadanos, si el precio de
la vivienda fuera el de hace diez años y el respeto al profesor el de hace
veinte. ¿Qué pasaría si, de repente, hubiera justicia igualitaria para todos, y
el debate de la nación fuera un no parar de propuestas de todos los partidos
políticos, trabajando al unísono para hacer de este país un lugar digno donde
vivir? Si la agricultura y la ganadería recuperaran el valor que moralmente se
merece e injustamente ha ido perdiendo, en detrimento de otras actividades
menos lícitas. Si se financiaran las investigaciones científicas, médicas,
tecnológicas y medioambientales con becas públicas y nuestros “cerebritos” no
tuvieran que emigrar para realizar sus innovadores proyectos. Qué pasaría si
los periódicos no hablasen de corrupción más que en la sección de
internacional, y el precio de productos básicos, como la electricidad, el gas o
el petróleo estuvieran controlados por un gobierno justo que mirara por los
intereses del ciudadano ante cualquier otro interés particular. ¿Qué sería de
nosotros si la lectura fuera la principal fuente de ocio y las bibliotecas
estuvieran llenas de jóvenes ansiosos por aprender? ¿Qué haríamos si un día
despertáramos en la España que todos deseamos?
Terapia es la historia de una mujer cualquiera que sobrevive a estos años inciertos de crisis económica, intelectual y personal. Una historia narrada en primera persona, que analiza los principales problemas de la juventud actual, con un toque de ironía y humor, y alguna dosis de sentimentalismo.
Vistas de página en total
jueves, 21 de febrero de 2013
lunes, 18 de febrero de 2013
Suspirando siempre por tí.
Paso las horas suspirando por ti, aunque aún no te conozco.
No veo el momento de tenerte conmigo. Y ahora que ese momento se acerca no
puedo evitar tener dudas. ¿Seré buena para tí?, ¿serás tú bueno para mí? Te he
imaginado de tantas maneras diferentes… te he imaginado duro, fuerte, casi
insoportable y no me importa. Te he visto interesante, atractivo, justo y
solidario, lo que siempre he querido. Te he deseado apasionado. Seas como seas,
te querré, porque te espero ansiosa desde hace ya tanto tiempo…y aunque me des
problemas, aunque con toda certeza me quejaré de ti en más de una ocasión,
aunque me robarás el tiempo, la fuerza y la salud, aunque te llegue a maldecir
cuando me tengas harta porque sin duda me cambiarás la vida por completo,
poniéndola patas arriba, te necesito más de lo que te imaginas. Sin ti ya no
podía seguir viviendo ni un momento más, mi queridísimo futuro empleo.
viernes, 15 de febrero de 2013
La pasión
Un filólogo puede analizar una oración subordinada adjetiva
explicativa, pero la cosa se complica cuando ha de dar cuenta de su propio
sentir, y es que, cuando la pasión te hace ignorar la razón, hasta el lenguaje
se descontrola. Últimamente la pasión baraja nuestra vida en vista de no tener
nada material a lo que aferrar el futuro. Pero la pasión, tan grata en
ocasiones, es peligrosa cuando se desborda. Por pasión se ama y por pasión se
mata. ¿Acaso los asesinos no son más que seres altamente pasionales? Entonces,
¿dónde está el límite? ¿En qué medida podemos decir que la pasión se nos ha ido
de las manos? ¿Cómo podremos controlar esa fuerza que emerge de algún lugar de
psico individual antes de convertirse en altamente peligrosa? Imaginaros que
hubiera unas pastillas para controlar los ataques de pasión, ¿Cuál sería el
momento exacto en el que deberíamos tomarlas? Porque de existir, creo que estoy
empezando a necesitar esas pastillas.
En nuestro estado de absoluto nada, sólo podemos asirnos a
los propios sentimientos para dejar obsoletas, vacías o incompletas palabras como
“indignación”. ¿Qué es la indignación? ¿Acaso esa simple palabra, que no hace
tantos años tuvo un significado completo, es capaz ahora, por sí sola, de
expresar la complejidad de sentimientos (furia, odio, opresión, vergüenza,
lástima, asco, repulsión, violencia, ignorancia, ira, pánico, indefensión,
impotencia…) que experimentamos en estos momentos? No, el lenguaje es, sin
lugar a dudas, insuficiente, llegados a este punto de exacerbación de
sentimientos.
Quizás el humor sea una alternativa para sobrevivir a tanta
injusticia, pero yo estoy cansada de reír. Desde que el pueblo pasa hambre la
injusticia dejó de tener gracia. Quizás haya llegado la hora de luchar a
muerte. Es hora de poner en juego la vida para tener opción a alcanzar la
bolsa. Mi pasión me provoca deseos de muerte. Hora de la pastilla.
miércoles, 13 de febrero de 2013
¿Es mi ordenador o soy yo?
Hace tiempo que no puedo escribir
nada. Creo que mi ordenador debía estar programado por el calendario maya,
porque más o menos desde aquel último “fin del mundo” se ha vuelto contra mí.
He buscado en google la palabra “Fortuna” y le he dado al botón “voy a tener
suerte” y el muy atrevido me ha contestado: Su sistema no contempla dicha
aplicación, ¿quiere descargarla ahora? Yo, por supuesto, optimista como
siempre, le he dado al Si y se me ha bloqueado la fuente, así que he desestimado
el ofrecimiento y, para pasar el rato, he estado revisando aquellas fotos
depositadas en la carpeta “Deliciosas locuras”, dentro del archivo
“Confidencial”, para recordar las atrocidades que cometíamos cuando éramos
libres. Los hechos desagradables se enviaron de inmediato a la papelera de
reciclaje y le di a “vaciar” para no dar cuenta de ellos. En ese momento
descubrí que no es que mi ordenador se haya vuelto contra mí, más bien se ha
desactualizado. Se hace viejo, irremediablemente, y no cuenta más que
batallitas ganadas. No he actualizado los programas, ni le compré ningún
complemento por Navidades, de hecho hace mucho que no le regalo nada más que lo
meramente imprescindible para existir. Quizás no sea todo culpa suya,
simplemente se ha acomodado a hacer siempre lo mismo por pura vaguedad:
escribe, lee, navega un rato, siempre por las mismas páginas, guarda archivos
obsoletos como oro en paño y poco más. Se ha vuelto un sentimental que si
tuviera lágrimas lloraría por todo lo que está obligado a desvelar. Aún así,
mantiene la dignidad, es pulcro y ordenado, no como otros que amparados bajo un
falso “Síndrome de Diógenes” no guardan más que basura inutilizable. Podemos
decir que, aunque viejo y desactualizado, sigue teniendo el encanto embriagador
de quien se sabe intelectualmente necesario y aún a las puertas de perder la
Ip, el Pentium le sigue funcionando como el primer día. No todos pueden
presumir de eso después de haber sufrido virus tras virus, tan nocivos para su
salud tecnológica…
Mira a su alrededor y ve que todo
ha cambiado, sus amigos son diferentes, más modernos y con múltiples
aplicaciones (la mayoría de ellas sólo sirven para demostrarse a sí mismos que
son mejores), con sus nuevas melodías y su inmediata rapidez para todo… y que no
hacen más que requerir atenciones constante, provocando la más absoluta
esclavitud para sus dueños. Un momento, ¿de qué estaba hablando? Ahh, sí, mi
ordenador…
martes, 5 de febrero de 2013
El maravilloso orden del caos
Ayer estuve ordenando mi ropero. No
sé por qué pero siempre que ordeno el ropero tengo la sensación de que, de
alguna manera, estoy ordenando mi vida. Desecho todo aquello que a pesar de
haberle dado mil oportunidades no he conseguido nunca darle uso, por ejemplo,
aquellas prendas pretenciosas que compré para una ocasión especial y que ahí siguen
con la etiqueta colgando, esperando ese gran acontecimiento que nunca llega. ..
O aquellas otras que un día fueron mi único ser, mi yo más profundo, mi
identidad y mi personalidad, pero hoy ya, inevitablemente, y muy a pesar del
dolor que me causa, tengo que abandonar en la caja de “ropa pequeña”, porque
nunca, nunca, nunca (por mucho que me intente convencer de que tengo que
adelgazar) me volverán a estar bien. Y también aquellas otras prendas que no he
usado porque, aunque en la tienda
parecían fantásticas y geniales, una vez en casa no me gustan y que simplemente
me compre porque estaban muy rebajadas. Es lo comúnmente conocido como “decepciones
gangas”. De esta manera, consigo mantener a salvo sólo aquello a lo que sé que
le daré uso grato, bien clasificado y doblado. Y a partir de ahí comienza un
nuevo despertar: El orden gobierna mi vida.
Quizás esa sea la causa por la
que soy una maniática del orden. Quizás sólo necesite que al menos algo, en el
caos que se ha ido convirtiendo mi vida (con sus días absurdos, sus semanas discordantes
y sus meses fugitivos) esté en su sitio. Absolutamente todo debe ocupar un
lugar fijo y aunque a simple vista mi habitación parezca un mercadillo
medieval, en todo ese caos existe un orden lógico que sólo yo conozco. “El maravilloso
orden del caos”, ¿qué bonito, no?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)