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jueves, 13 de octubre de 2011

Tiempo, tiempo, tiempo, siempre el tiempo

Recuerdo cuando salíamos a media tarde y pedíamos unas cervezas (las primeras de un sinfín), nos quedábamos de pié en la barra o en cualquier parte del bar y no nos acordábamos de comer hasta el otro día, y el tiempo trascurría hablando de tíos…


Si quedas con tus amigas para tomar un café a media tarde, y no quieres tomar café, porque ya tomaste uno después de comer, y no quieres que te invada el insomnio con todos sus demonios y espíritus juguetones, y no sabes qué otra cosa tomar, y crees que pedir un Radical te convierte en lo más radical del mundo, pero en vez de un Radical, el camarero te trae un Trina, y estás que trina… y te pides un dulcecito, que en realidad es un dulcezón más grande que el plato, y escoges el sitio desde el cual mejor se ve pasar a la gente… Si tu amiga y tú decís algo al mismo tiempo y las dos gritáis emocionadas “chasco blanco”, si la conversación trascurre hablando del trabajo (o la ausencia del mismo), de los niños, de la clase de Pilates… Si. Irremediablemente, contra todo pronóstico, sin tú comerlo ni beberlo, sin apenas quererlo… te estás haciendo mayor.

Mierda de tiempo, cruel, despiadado, insensible, maligno…

Me gustaría volver a aquellos benditos años de despreocupación masiva, de nervios por los exámenes, de frenética actividad diaria, pero ya es imposible. Es mes, Octubre, es mi mes favorito, siempre lo ha sido, porque es un mes de comienzos. Comienza el curso, comienza la rutina, la vuelta a estar con los compañeros, y sin embargo ahora, no tengo nada que comenzar, sólo puedo seguir con mi “no empezar nada” y este no tener nada entre manos me está matando. Además en Octubre es mi cumpleaños. Antes me encantaba, pero cada vez me hace menos gracia…

Ya falta menos para la publicación del libro. Quizás ese sea un interesante comienzo de algo. Quizás este cumpleaños sea mejor de lo que espero… el tiempo, al que odio, me lo dirá.

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