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jueves, 27 de octubre de 2011

Bullying

Hoy me quiero acordar, porque tampoco es justo de que los parados nos estemos quejando amargamente todo el día, de todas esas personas que, teniendo un trabajo, lo están pasando francamente mal, pues, debido a la situación económica actual, están sometidos una presión laboral que antes no había, al menos no en tal exceso. A todos aquellos que cada día se levantan temprano para ir a su lugar de trabajo, con miedos, con temores y con frustraciones impropias. Me he dado cuenta de que la situación es bastante jodida, no sólo para los que ansiamos un trabajo, sino también para el que lo tiene. Según declaraciones de los que me rodean, el que no sufre maltrato psicológico, echa más horas de las que les corresponde (horas, por su puesto, no remuneradas), otros llevan dos meses de atrasos por cobrar, otros han visto reducido su salario drásticamente por hacer el mismo, o incluso más trabajo del que antes hacían, a otros le pierden el respeto como trabajadores y como personas, otros viven con la constante amenaza de que va a ir a la calle, porque como él, hay cincuenta en la puerta esperando coger ese mismo trabajo…

La situación es tan agobiante que, por el simple hecho de mantener el puesto de trabajo, estamos, sin darnos cuenta, empeorando las condiciones del trabajador, y eso es muy serio, pues son derechos fundamentales que han costado mucho tiempo y sacrificio conseguir.

Por eso quiero decirte, a ti empresario, que las personas que trabajan bajo tu mando son personas entregadas por un negocio ajeno, que cuidan tu empresa, que es tu vida, como si fuera suya, porque son íntegras y responsables con todo lo que concierne a su trabajo. Así que, haz lo más inteligente, sé un buen jefe y trátales como se merecen, porque ellos llevan el control de aquello que te da a ti la riqueza y no, no son sustituibles, pues el tiempo hace el vínculo, y el vínculo no se puede sustituir. ¿A caso tus hijos se implican en tu empresa como tus trabajadores? Seguro que no, y sin embargo a tus hijos se los das todo. Piénsalo fríamente, pues, el día menos pensado, puedes perderlos sin tú quererlo, y entonces sea el principio de tu propio fin.

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