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lunes, 24 de octubre de 2011

Mi opinión también importa

Me siento sola. Me di cuenta, justo ayer tarde, cuando me llamó por teléfono una señorita, de no sé qué empresa, y me preguntó si quería contestar a unas preguntas para completar una encuesta de estadística poblacional. Yo, que estaba tan aburrida que le hubiera dado coba a testigos de Jehová, vendedores de enciclopedias o cualquier otro tocapelotas inoportuno, ni corta ni perezosa, le dije que sí. Ella insistió en que el interrogatorio duraría veinte minutos (cuando dicen veinte…), y yo le contesté que bueno, vale, no me importaba. Seguidamente me preguntó el nombre y la edad, yo le dije “Pilar”, “33”, y entonces me dijo que la entrevista había acabado, que ya tenían muchas personas encuestadas en ese tramo de edad, y, sinceramente he de decir que ¡me jodió bastante que no me hiciera la puta entrevista de los cojones! Yo tenía derecho a mi entrevista, ¡coño! Ya sé que debemos haber muchas mujeres de treinta y pico deseando que alguien nos llame por teléfono para solicitar nuestra opinión sobre cualquier cosa. Da igual. ¡Queremos dar nuestra opinión! Yo pensando, “qué contenta se habrá puesto la chica esta, que seguro está de prueba y nadie se quiere parar veinte minutos a que le hagan preguntas que a nadie le apetece contestar ahora. Menudo favor le estoy haciendo…” Y va la tía, y me dice que mi opinión no es necesaria, La muy p… Esto viene a desvelar el montón de gente que debe estar en mis circunstancias, sólo y aburrido, deseando hablar, aunque sea con un desconocido sobre cuestiones inmundas. En fin, que me quedé como estaba, tirada en el sofá, con el pijama aún puesto y dándole vueltas a la cabeza de cómo hemos pasado a ser tan poco importantes. Quizás un día me haga yo misma una entrevista y la publique en mi blog, sólo para quitarme la espinita, claro…

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