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jueves, 8 de diciembre de 2011

Miedo

El camino hasta ascender la montaña ha sido duro, cuesta arriba, lleno de baches y trampillas, rocas y maleza,
y ha costado lágrimas, sudor, fuerzas de flaquezas.
Pero ya estoy a punto de llegar a la cima. He soñado mucho con este momento, y verme libre, saltar sin miedo y surcar los vientos de un cielo inmenso. Pero los vientos son violentos y el parapente que he estado fabricando durante este tiempo, no es ni con mucho, perfecto. Tiene costuras abiertas e hilos sueltos.

Llego arriba ansiosa, casi sin aire en la garganta, miro atrás y veo los fracasos, las caídas los Noes del principio y me alegro de haberlo conseguido. Mi sueño sólo era lanzarme a surcar los vientos desconocidos en mi maltrecho paracaídas. Ya sólo estoy a un paso, pero miro al frente y veo la inmensidad de la altura, la fuerza del viento y el peligro. Me da vértigo y nauseas, pero llegado a este punto, sólo queda el camino hacia delante. Tengo que afrontar el miedo a caer de cabeza en el frío invierno. El riesgo es mucho. Más de lo que pensaba al principio, cuando creía jugar a un juego y el juego se convirtió en desafío, provocando el desvelo que acuchilla el sueño apacible que un día vivía holgado en mi cuerpo. Y las noches se hacen espesas en la soledad del desvelo, haciendo de los días, ajetreo somnoliento.

Ya no aguanto un minuto,
Voy despegando mis alas.
Esperadme abajo para recoger los pedazos
De este cuerpo, que un día, se creyó alma.

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