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lunes, 5 de septiembre de 2011

Tragando

Un bocadillo de fuagrás, ¡me lo como!, un cacho de queso, ¡me lo como!, ¡pizza?, ¡me la como!, que mi hermana trae dulces… ¡me los como!... A ver quien se atreve a decir que no me estoy comiendo el mundo…

Y volviendo a la realidad de la vida, a las desilusiones y decepciones que nos comemos a diario, hoy quiero hablar de la felicidad. ¿Por qué? Pues muy sencillo. Hoy he pasado por una librería y he visto el libro de Punset, El viaje a la felicidad, éxito de ventas. Ya lo había visto mil veces, pero nunca lo había cogido y ojeado. Mi repulsión me ha llevado a ello. Viene a decir que es más difícil ser infeliz que feliz, pero nosotros nos empeñamos en ser infelices. Y a mí se me ocurren un par de preguntas. ¿Era usted feliz, señor Punset, cuando tenía veinte años, iba a la universidad y nadie le hablaba porque era el empollón de la clase, un bicho raro que caía mal hasta a los profesores?, ¿era feliz cuando no tenía el reconocimiento por su trayectoria y no era más que un zampalibros que, como no tenía amigos, estudiaba el comportamiento de esa especie tan estúpida, El Ser Humano?, ¿eras feliz cuando la chica o el chico que te molaba no te hacía ni puto caso?, ¿dónde estaba entonces la felicidad? Nosotros, los muy absurdos humanos, tenemos problemas que impiden nuestra felicidad. Nos cuesta estudiar. No aprobamos las oposiciones para tener un trabajo de mierda toda una vida, y si las aprobamos, da igual, porque tampoco lo vamos a tener. Luchamos por un trabajo, porque no tenemos dinero. Nos enamoramos y hacemos cosas irracionales. Tomamos decisiones equivocadas en muchas ocasiones. Nosotros, los humanos, somos infelices porque necesitamos más. Porque no nos educaron para conformarnos con nuestra condición sumisa de inferiores. Somos infelices y gracias a la infelicidad del ser humano, hemos avanzado como especie. Porque sin la infelicidad no hay prosperidad. Pero bueno, supongo que la vida se ve de una manera totalmente diferente cuando eres mayor y ya no tienes que trabajar para ganar el pan de cada día, y te puedes dedicar a escribir sobre lo que te apetezca y forrarte con ello, porque tienes el respaldo de toda una vida vivida como aval.

Yo sólo te quiero decir que no estoy de acuerdo contigo, señor Punset, quizás en el futuro, pero ahora en este momento, en este país, con treinta y dos años, no puedo estar de acuerdo, por mucho que haya estudiado el cerebro de mi especie.

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