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miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Es mi ordenador o soy yo?


Hace tiempo que no puedo escribir nada. Creo que mi ordenador debía estar programado por el calendario maya, porque más o menos desde aquel último “fin del mundo” se ha vuelto contra mí. He buscado en google la palabra “Fortuna” y le he dado al botón “voy a tener suerte” y el muy atrevido me ha contestado: Su sistema no contempla dicha aplicación, ¿quiere descargarla ahora? Yo, por supuesto, optimista como siempre, le he dado al Si y se me ha bloqueado la fuente, así que he desestimado el ofrecimiento y, para pasar el rato, he estado revisando aquellas fotos depositadas en la carpeta “Deliciosas locuras”, dentro del archivo “Confidencial”, para recordar las atrocidades que cometíamos cuando éramos libres. Los hechos desagradables se enviaron de inmediato a la papelera de reciclaje y le di a “vaciar” para no dar cuenta de ellos. En ese momento descubrí que no es que mi ordenador se haya vuelto contra mí, más bien se ha desactualizado. Se hace viejo, irremediablemente, y no cuenta más que batallitas ganadas. No he actualizado los programas, ni le compré ningún complemento por Navidades, de hecho hace mucho que no le regalo nada más que lo meramente imprescindible para existir. Quizás no sea todo culpa suya, simplemente se ha acomodado a hacer siempre lo mismo por pura vaguedad: escribe, lee, navega un rato, siempre por las mismas páginas, guarda archivos obsoletos como oro en paño y poco más. Se ha vuelto un sentimental que si tuviera lágrimas lloraría por todo lo que está obligado a desvelar. Aún así, mantiene la dignidad, es pulcro y ordenado, no como otros que amparados bajo un falso “Síndrome de Diógenes” no guardan más que basura inutilizable. Podemos decir que, aunque viejo y desactualizado, sigue teniendo el encanto embriagador de quien se sabe intelectualmente necesario y aún a las puertas de perder la Ip, el Pentium le sigue funcionando como el primer día. No todos pueden presumir de eso después de haber sufrido virus tras virus, tan nocivos para su salud tecnológica…

Mira a su alrededor y ve que todo ha cambiado, sus amigos son diferentes, más modernos y con múltiples aplicaciones (la mayoría de ellas sólo sirven para demostrarse a sí mismos que son mejores), con sus nuevas melodías y su inmediata rapidez para todo… y que no hacen más que requerir atenciones constante, provocando la más absoluta esclavitud para sus dueños. Un momento, ¿de qué estaba hablando? Ahh, sí, mi ordenador…

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