Hace tiempo que no puedo escribir
nada. Creo que mi ordenador debía estar programado por el calendario maya,
porque más o menos desde aquel último “fin del mundo” se ha vuelto contra mí.
He buscado en google la palabra “Fortuna” y le he dado al botón “voy a tener
suerte” y el muy atrevido me ha contestado: Su sistema no contempla dicha
aplicación, ¿quiere descargarla ahora? Yo, por supuesto, optimista como
siempre, le he dado al Si y se me ha bloqueado la fuente, así que he desestimado
el ofrecimiento y, para pasar el rato, he estado revisando aquellas fotos
depositadas en la carpeta “Deliciosas locuras”, dentro del archivo
“Confidencial”, para recordar las atrocidades que cometíamos cuando éramos
libres. Los hechos desagradables se enviaron de inmediato a la papelera de
reciclaje y le di a “vaciar” para no dar cuenta de ellos. En ese momento
descubrí que no es que mi ordenador se haya vuelto contra mí, más bien se ha
desactualizado. Se hace viejo, irremediablemente, y no cuenta más que
batallitas ganadas. No he actualizado los programas, ni le compré ningún
complemento por Navidades, de hecho hace mucho que no le regalo nada más que lo
meramente imprescindible para existir. Quizás no sea todo culpa suya,
simplemente se ha acomodado a hacer siempre lo mismo por pura vaguedad:
escribe, lee, navega un rato, siempre por las mismas páginas, guarda archivos
obsoletos como oro en paño y poco más. Se ha vuelto un sentimental que si
tuviera lágrimas lloraría por todo lo que está obligado a desvelar. Aún así,
mantiene la dignidad, es pulcro y ordenado, no como otros que amparados bajo un
falso “Síndrome de Diógenes” no guardan más que basura inutilizable. Podemos
decir que, aunque viejo y desactualizado, sigue teniendo el encanto embriagador
de quien se sabe intelectualmente necesario y aún a las puertas de perder la
Ip, el Pentium le sigue funcionando como el primer día. No todos pueden
presumir de eso después de haber sufrido virus tras virus, tan nocivos para su
salud tecnológica…
Mira a su alrededor y ve que todo
ha cambiado, sus amigos son diferentes, más modernos y con múltiples
aplicaciones (la mayoría de ellas sólo sirven para demostrarse a sí mismos que
son mejores), con sus nuevas melodías y su inmediata rapidez para todo… y que no
hacen más que requerir atenciones constante, provocando la más absoluta
esclavitud para sus dueños. Un momento, ¿de qué estaba hablando? Ahh, sí, mi
ordenador…
No hay comentarios:
Publicar un comentario