Hoy me ha dado por pensar: si
nosotros que somos tan reivindicativos, que nos gusta tanto protestar por las
injusticias, los abusos legales, las infamias políticas que comemos a diario. Nosotros
que disfrutamos riéndonos con los
chistes juiciosos y macabros que unos cuantos cerebros prodigiosos publican y
difunden por internet, ¿qué pasaría si nuestros cuerpos abatidos ante tanta
indignación se levantaran un día y todo funcionara bien? Si consiguiéramos un
trabajo justo, si las noticias fueran positivas, si no hubiera abusos, si la
educación española fuera un éxito europeo, si las prestaciones sociales
cubrieran al cien por cien las necesidades de los ciudadanos, si el precio de
la vivienda fuera el de hace diez años y el respeto al profesor el de hace
veinte. ¿Qué pasaría si, de repente, hubiera justicia igualitaria para todos, y
el debate de la nación fuera un no parar de propuestas de todos los partidos
políticos, trabajando al unísono para hacer de este país un lugar digno donde
vivir? Si la agricultura y la ganadería recuperaran el valor que moralmente se
merece e injustamente ha ido perdiendo, en detrimento de otras actividades
menos lícitas. Si se financiaran las investigaciones científicas, médicas,
tecnológicas y medioambientales con becas públicas y nuestros “cerebritos” no
tuvieran que emigrar para realizar sus innovadores proyectos. Qué pasaría si
los periódicos no hablasen de corrupción más que en la sección de
internacional, y el precio de productos básicos, como la electricidad, el gas o
el petróleo estuvieran controlados por un gobierno justo que mirara por los
intereses del ciudadano ante cualquier otro interés particular. ¿Qué sería de
nosotros si la lectura fuera la principal fuente de ocio y las bibliotecas
estuvieran llenas de jóvenes ansiosos por aprender? ¿Qué haríamos si un día
despertáramos en la España que todos deseamos?
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