Hoy he escuchado una noticia curiosa: las infracciones en
carretera, tales como aumento de la velocidad permitida y otras acciones
censurables, han aumentado de una forma espectacular este año. Y yo me pregunto
¿a qué puede ser debido?, ¿Qué motivo externo puedo alterar de una forma tan
violenta nuestra conducta al volante? Yo tengo la respuesta: la radio. Uno coge
el coche, cansado del trajín de la semana, con ganas de llegar al pueblo para
descansar el ruido, de las prisas, de las sirenas de policía, de los empujones
en el metro, de la comida basura… sin pensar en si vas a llegar a fin de mes,
ni en cuánto tiempo durará tu trabajo, ni en esas sandalias tan chulas que no
te compraste, porque no quieres que ningún pensamiento negativo te joda el
apacible fin de semana. Ni siquiera las retenciones a la salida de Madrid (retenciones
de entre una y dos horas, dependiendo del horario que elijas para salir) en
esta época estival van a poder minar tu optimismo. Tranquilo enciendes un
cigarrillo, bajas la ventanilla del coche, y pones la radio buscando esa
emisora de música tranquila, relajada a la par que festiva, que te empieza a
abrir las puertas hacia un finde de ensueño. Pero de repente: son las cinco,
las cuatro en Canarias, informativos. La has cagado, la has cagado por completo
sin saberlo, porque tú, ignorante de la vida, en ese momento piensas: “las
noticias, qué bien! A ver qué ha pasado en el mundo, que con tanto curro no he
tenido tiempo ni de ver, oír o leer lo que pasa en mi querido país” Y aquí
empieza una narración continuada de acontecimientos que suele durar entre cinco
y diez minutos y ofrece, así de golpe y porrazo una serie de atropellos,
fraudes, mentiras, tomaduras de pelo, más fraude, recortes y medidas para
sopesar los fraudes, injusticias, encubrimientos, miles de millones de euros
que no nos caben en la cabezota, tapaderas, robos, mafias públicas, cortes de
manga y un sinfín de atropellos legales que le ponen a uno la sangre negra, y
es entonces cuando el veneno te va subiendo a la cabeza y el nivel de estrés es
tal que ya no sabes ni lo que dices ni lo que piensas, sólo se te ocurren una
serie de atrocidades que, como si fuera un sueño del que no te quieres
despertar, te gustaría cometer, y la sonrisa malévola asoma a la comisura de
tus labios, mientras tu mujer, en el asiento de al lado te pregunta, mientras
hace cuentas mentales: en qué piensas, cariño?? Y tú le contestas: nada, amor,
que te quiero mucho!! Pero la idea sigue ahí, dando vueltas, como una fantasía,
y miras al conductor del coche de al lado y él te devuelve esa mirada asesina (él
también va escuchando las noticias), y se te cuela un coche en la incorporación y te cagas en su puñetera
madre y cuando por fin sales del atasco, con un montón de pensamientos asesinos
en la cabeza, pisas sin querer y de la misma rabia que llevas dentro, el
acelerador un poco más de la cuenta, y te pasas la salida y haces una pirula
por que el mundo está loco y ya no te importa nadaaaaaaaaaa…
Y la cosa es así.
NO PODEMOS CONDUCIR POR TI,
PERO PODEMOS PONERTE LA LECHE NEGRA
MINISTERIO DE ESPAÑA